Por Uriel Gonzalez :: @urielgonzalez
Henry Ford nació en 1863 en una
granja del Medio Oeste norteamericano, su origen humilde parecía determinar que
al crecer se haría cargo del campo de sus padres, pero desde muy pronto el
joven Henry mostró un talento inusual por la mecánica y un absoluto desprecio por el campo y la tradición agrícola familiar.
Partió armando y desarmando
relojes, para luego intentar lo mismo con pequeños mecanismos a vapor y
distintos motores hasta llegar, paso a paso, a estar a la cabeza de un imperio
industrial de dimensiones planetarias a principios del Siglo XX.
Ford era muchas cosas además de
un genio de la mecánica y los negocios, combinaba en si el instinto de destrucción
creativa capitalista junto con un credo nacionalista de fe norteamericana, factores
en aparente contradicción, que usaba para hacer y deshacer en todos los ámbitos de
la vida de la empresa, sus empleados, la política, la prensa y los mercados.
Un día, cuando ya todo parecía estar bajo su control, Ford anunció que daría el salto industrial definitivo: La conquista de la naturaleza.
El caucho necesario para fabricar
neumáticos se extraía de selvas en Oceanía y Asia bajo control de Holanda y
Gran Bretaña, por lo que en vista del monopolio exterior, Ford decidió que el haría
su propia plantación, más eficiente y productiva, a cualquier costo.
Asia, África, u Oceanía eran lo
mismo para los ingenieros de Ford, así que a orillas
del rio Tapajós, en medio del amazonas brasileño, se arraso el bosque tropical
para despejar el lugar para una urbe industrial en medio de la selva, una plantación con cultivos de caucho ordenados en
perfecta simetría, casas con jardín y estacionamiento,
un club de golf, hospital, escuela y cine, junto con las potentes fabricas para la producción de todo el caucho necesario para la empresa.
La ciudad fue bautizada en honor a su inspirador, Fordlandia: la tierra de Ford.
La ciudad fue bautizada en honor a su inspirador, Fordlandia: la tierra de Ford.
El plan y todos los cálculos
estaban hechos para ser cumplidos sin fallas ni atrasos, y la determinación de
Henry Ford hizo que el proyecto continuara a toda costa a pesar de las
dificultades que se informaban día a día desde la selva: Los obreros amazónicos
no querían comer los hotdogs de la cafetería, las plantas de caucho no crecían y
se cultivaron tan cerca unas de otras que se traspasaban pestes y plagas, los automóviles
de los supervisores quedaban atascados en los pozos de arena de la selva y habían
frecuentes quejas sobre la ley seca impuesta a los trabajadores.
La selva parecía estar ganando,
pero Ford no dio su brazo a torcer, las instrucciones desde Estados Unidos
fueron tajantes, la producción debía continuar, se pidió “ayuda” del ejército
brasileño para disciplinar a los nativos y los dólares siguieron su flujo hacia
el proyecto sin pausas, aunque finalmente no hubo caso, la procesadora de
caucho jamás pudo funcionar a su total capacidad, los cultivos sucumbieron, la
comida enlatada era desechada y los trabajadores
abandonaban la planta en canoas rumbo a una isla cercana donde hacían apuestas
y jugaban fútbol.
Como en una ley de Murphy del trópico,
todo salió mal, así que anciano y resignado, después de años y millones de dólares
perdidos, Henry Ford ordeno el cierre de las instalaciones y el traslado a
Balterra, un poblado cercano que al parecer ofrecía mejores condiciones de
cultivo, clima y producción.
En medio del cambio hacia la nueva ciudad luego de su derrota, la Ford Motor Company tuvo ahora en su contra a la historia y la ciencia; El estallido de la Segunda Guerra Mundial y
el desarrollo del caucho sintético hicieron inservible cualquier plan, por lo
que no habría Forldlandia, ni habría Balterra, ni ninguna selva más.
Henry Ford tenia fobia a las
enfermedades tropicales por lo que nunca llego a conocer o ver su plan más allá
de mapas e informes, y actualmente entre las ruinas de Fordlandia viven
alrededor de noventa personas, dedicadas a la pesca y la agricultura
rudimentaria.
Y son tan pocos, que no usan ni
necesitan autos.
BIBLIOGRAFIA
Grandin, Greg, Fordlandia: The Rise and Fall of Henry Ford's Forgotten Jungle City, Nueva York, 2009.
Sguiglia, Eduardo , Fordlandia: un oscuro paraíso, Austin, Texas, 2009.